Adelaida Alcaraz: La rezandera de La villa de la Quebrada

Adelaida Alcaraz: La rezandera de La villa de la Quebrada

Adelaida es la rezandera más buscada de la zona, construyó su propio altar con cientos de Santos

Por Elisa Sosa

Doña Adelaida en su santuario

Adelaida es la rezandera de la zona, buscada por todos y dispuesta para los parroquianos devotos del catolicismo que la convoquen para dar testimonio de su Fe religiosa. Doña adelaida conserva un archivo añoso y cuantioso, con varios cuadernos forrados, recargados de pedidos de los feligreses que concurren a sus novenarios con fe y esperanzas.

A sus tradicionales novenas concurre todo el vecindario y lugareños de la zona, que se citan a contestar las cuentas del rosario que Adelaida, fervientemente, recita en cada una de sus oraciones.

Cuenta, que El padre Senda, religioso de la zona, la avaló cuando ella le comentó la inquietud de convertirse en rezandera de la vecindad a pedido de su suegro y que el religioso le respondió a su consulta con un:

“sólo tienes que estar en gracia de Dios”.

Pero hay otras dos particularidades que se destacan en la vida de Adelaida; en primer lugar, es la bisnieta de Don Juan Tomás  Alcaraz, el “hachero” que descubrió en un tronco de árbol al Cristo de la Quebrada, a quien también le reza religiosamente la novena a finales del mes de abril para culminarla en la celebración del Santo, el 3 de mayo; evento donde no faltan los festejos con copiosa comida incluida y la manifiesta felicidad de los fieles de haber cumplido con la devoción; y la otra particularidad que resalta la personalidad de la biznieta de Don Tomás Alcaraz , es que ha construido un gran  santuario  en su propia casa,  que tiene tantos santos y vírgenes y que ya perdió la cuenta de cuántos son.  Pero sí recuerda cómo llegó cada uno de ellos y como empezó con las primeras novenas a San Antonio y San Roque.

Nos cuenta con la reminiscencia  de las 8 décadas vivida y de cómo surgió la idea de tener un suntuario en su casa y como fue  la  construcción del maravilloso  trono. Todo fue a sacrificio, con sus propias manos y  con la donación de unos pocos bloques de hormigón empezó a darle forma a su  sueño. Primero fue su familia  y allegados que colaboraron para levantar los primeros centímetros de arena y cal  del pequeño santuario, luego se sumaron vecinos, amigos , gente de paso que traían material , brindaban mano de obra y organizaban rifas  para completar  el proyecto. El espacio sagrado está cargado de energía y recuerdos, los muebles donados y las magníficas efigies de metal tallados, traídas   de lugares recónditos abrigan historias que entusiasma y despiertan curiosidad. Cada estampa, cada figura, cada mural, son una invitación a la introspección del alma de todo visitante.

Adelaida vive con su hijo, su compañero inseparable desde que falleció Don Antonio, su marido y como ella dice: “Desde que se fue mi viejito nada es igual, ya hace unos años que partió para la casa del señor” .

Notamos a través de las conversaciones con Adelaida que la presencia de Antonio sigue intacta, en cada rincón de la casa, cada objeto cobra vida y los recuerdo hacen frágil a sus más de 80 años y su mirada triste, con lágrimas escondidas no le impiden decir con memoria: “cuando estaba mi viejito”   

Adelaida Alcaraz junto a su hijo