Una chispa de amor y sonrisas que nació en Villa Mercedes

Ramón “Chispita” Agüero es un reconocido payaso que cosecha en su haber miles de expresiones alegres a su paso. Fue reconocido por la Legislatura provincial por su historia, cargada de anécdotas, lucha y emoción.

Ramón "Chispita" Agüero, siendo reconocido en la legislatura de la ciudad de San Luis
Ramón «Chispita» Agüero, siendo reconocido en la legislatura de la ciudad de San Luis

No hay persona en Villa Mercedes que no escuche la palabra “Chispita” y no dibuje una sonrisa en su rostro. Ramón Agüero, el reconocido payaso, ganó a fuerza de calle e ingenio, un lugar en los corazones de distintas generaciones.

El camino comenzó a los 12 años, cuando el por aquel entonces joven sintió la vibra que se siente muy pocas veces en la vida. Las “monerías” entre amigos y las bromas improvisadas en los viejos potreros donde se jugaba al fútbol despertaron lo que se convirtió en su hoja de vida.

“Comencé a pintarme la cara y usar vestidos de mi mamá. Mis primeros shows los dí frente amigos mientras jugábamos a la pelota. La llevaba y cuando estaba cerca del arco la tiraba afuera”, rememora Ramón.

Esta simulación generaba el enojo de sus compañeros y la risa en los demás, algo que se convirtió en el motor de su profesión. “Me gustaba que se rieran. Es bueno hacer reír a los demás”, sugiere.

Chispita repasa su carrera y destaca los grandes pilares que tuvo en su origen. Su facilidad natural para la comedia y el apoyo incondicional de su padre. “Me impulsaba a hacer chistes y contar cuentos en público”, relata.

Su paso por el circo marcó la senda de lo que vendría 4 décadas más tarde. Empezó como ayudante y luego fue ganándose un lugar. Aunque siempre su Villa Mercedes querida lo trajo de vuelta a sus raíces. Una vez en su pago decidió dedicarse por completo al negocio de las sonrisas.

“Cuando empecé en la calle, regalaba los globos y después los empecé a vender y a ganarme la vida. Me casé y tuve hijos, que pudieron estudiar gracias a mi trabajo”, afirma con orgullo.

Su público estrella siempre fueron los niños, a los que considera puros y transparentes. Las largas horas en la calle lo llevaron a ganarse el reconocimiento diario de la gente. Este “amor” se materializó esta semana cuando sumó una nueva mención, esta vez en la Legislatura provincial.

Según cuenta la chispa todavía sigue encendida tras 47 años y ya tiene un heredero, su hijo, quien ya tomó las riendas de la profesión familiar y construyó a “Corchito”, el fiel escudero de su padre.

Ramón aún sigue maravillando con sus muecas. Regalando globos en la calle San Martín, ocasionando carcajadas a su paso y cosechando en cada presentación el respeto que merece un artífice de la sonrisa.